UN NEGOCIO FAMILIAR INCULCADO
MÁS DE 100 AÑOS ELABORANDO ARTESANALES
En los años 20, Catalina, nuestra bisabuela y fundadora, abrió su panadería en el barrio de La Solana de Ayora. El negocio se asentaba mientras nuestra abuela, Angelita, conocía y aprendía de su madre hasta que lo heredó.
Con los años, nuestros padres, Pedro y Fina, con ayuda de Rafael, hermano de nuestro padre, tomaron las riendas y así mismo lo hemos hecho dos de sus hijos, Asun y Rafa con sus dos trabajadores, contando además con la ayuda inestimable de Ángela y Fina, nuestras hermanas.
ESFUERZO Y
ENTREGA PANADERA
Fina “La Ferreola”, nuestra madre, se entregó desde el principio al amasado a mano de tortas y magdalenas. Al vivir justo enfrente de la panadería, pasaba las madrugadas a viajes entre el cuidado de sus hijos y el trabajo.
Así, nuestros predecesores se encargaron de crearnos el camino, el cual no dejamos de construir.
LA PANADERÍA DEL BARRIO
CON HISTORIA
Son innumerables las vivencias que han tenido lugar en la panadería. La Solana es un barrio donde siempre han vivido mujeres trabajadoras, las cuales han formado parte de la famosa bóveda. Se trata de un cuarto de la panadería al que las mujeres acudían con sus masas, muchos años atrás, para cocer sus pastas, tortas y demás dulces en el horno de leña. Hasta cuatro turnos se formaban, y es ese mismo espíritu con la clientela el que mantenemos y soñamos mantener para siempre.
Fruto de esa relación, actualmente seguimos prestando el horno de leña a nuestros clientes. Albergamos toda clase de peroles con pasta, bollería, o cualquier alimento crudo que nos hagan llegar.
COSTUMBRE, ACERVO,
Y LA MISMA MANO DE OBRA
Todavía conservamos las máquinas de producción de nuestros familiares.
Un ejemplo es nuestra máquina de cilindrar, para “matar” la masa, tan antigua como nuestra tradición panadera, con más de 100 años de vida.